lunes, 4 de octubre de 2010

La prevención es la única forma para ganar la batalla contra el cáncer cérvico uterino



La prevención es la única forma para ganar la batalla contra el cáncer cérvico uterino. Un chequeo médico anual que incluya la práctica regular de una sencilla prueba: el papanicolau, podría detectar la enfermedad a tiempo.

Este estudio clínico fue desarrollado en 1942 por el médico griego Georgios Papanicolaou y consiste en un “raspado” vaginal, para obtener una muestra que será enviada al laboratorio para su análisis.

Los resultados proporcionarán información sobre la presencia o ausencia de alguna infección producida por virus, bacterias u hongos.

De igual forma, permitirá saber si hay crecimiento anormal de células en el cérvix (que es la parte inferior del útero o matriz), es decir, será posible detectar cualquier anomalía antes de que se convierta en cáncer.

El doctor Emilio José Olaya Guzmán, médico cirujano, aborda el tema y hace hincapié en la importancia de la prevención para controlar cualquier enfermedad. “Hay que tomar en cuenta que hablando de cáncer cérvico uterino el mayor factor de riesgo es la presencia del Virus de Papiloma Humano (VPH), que se transmite por vía sexual. Lo ideal es evitar el contagio, a través de prácticas sexuales seguras”.


El especialista explica, que actualmente existe una vacuna para prevenir la infección por VPH. “El primer paso es vacunar a las niñas, a partir de los nueve años. Es cierto que no tiene una cobertura completa para todos los tipos virales, pero sí es un recurso que nos ayuda contra los más frecuentes y los más agresivos. Las niñas o mujeres, independientemente de su edad, que no han iniciado actividad sexual pueden vacunarse. Si ya se ha tenido una infección por el virus, esta opción puede no ser tan efectiva, porque es una herramienta preventiva, pero no curativa”.


Ninguna mujer debería morir por cáncer cérvico uterino”, dice el doctor Olaya. Y es que en la historia de la enfermedad, desde la infección primaria por VPH hasta un cáncer avanzado hay un lapso que va de 8 a 14 años, es decir, hay mucho tiempo para detectar las etapas previas al cáncer.

“Si todas las mujeres se hicieran una revisión médica anual, tendríamos oportunidad de saber si están en buen estado o si cursan con alguna alteración previa a un cáncer. Y, en estos casos, las pacientes pueden recibir los tratamientos adecuados para que estén completamente sanas”.

El experto indica que 70 u 80 por ciento de las mujeres que tienen este tipo de cáncer nunca se hicieron un papanicolaou. “El hecho de no hacerse una prueba representa un factor de riesgo muy alto. Las personas que no se hacen un chequeo periódico son las que pueden presentar cáncer en algún momento de su vida, porque no fueron detectadas a tiempo.

"Las pacientes que acuden a sus revisiones de manera disciplinada no se van a enfermar, no van a tener las secuelas de un tratamiento oncológico y no van a morirse por esta afección”.

Cuando la enfermedad ha hecho su aparición, es necesario actuar de manera inmediata para frenar su avance. El especialista explica: “El cáncer cérvico uterino es lento en las etapas tempranas, pero después es muy rápido. Para que un tumor mida un centímetro puede pasar probablemente un año, pero para que crezca de uno a dos centímetros tardaría de tres a meses, todo esto es variable en cada paciente, pero lo cierto es que los periodos de duplicación celular se van haciendo más cortos y hay que actuar rápido”.

Cuando hay evidencia de la presencia de un cáncer cérvico uterino, la persona es canalizada a los servicios de oncología, donde se determinará el tratamiento adecuado. Las variantes terapéuticas son cirugía, radioterapia y quimioterapia.

"Entre más avanzada esté la enfermedad, las severidad de los síntomas y las secuelas del tratamiento serán mayores. Las expectativas de sobrevivencia van a depender de la etapa clínica en que se encuentre la paciente”.

Prevenir es mejor que curar. Conservar la salud es una responsabilidad propia. No es necesario llegar a escenarios en los que una mujer debe ser sometida a cirugías y a tratamientos agresivos para tratar de controlar éste padecimiento. Con el trabajo disciplinado y en conjunto de médicos y pacientes es posible abatir esta enfermedad que, en realidad, no debería existir.


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