lunes, 27 de septiembre de 2010

Enfermedades silenciosas: GLAUCOMA


Camino a la ceguera

El glaucoma lleva a la pérdida total de la visión porque los pacientes llegan al consultorio cuando el daño ya es grande. Por eso, es importante conocer esta enfermedad y estar atentos a sus mínimas señales.


El glaucoma es la segunda causa de ceguera en el mundo, después de la catarata, y afecta aproximadamente a 7,6 millones de personas ciegas de ambos ojos en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Lo más grave de ella es que cuando se la detecta, ya llegó a su peor ataque.

Esta enfermedad deteriora al nervio óptico del ojo, un conjunto de fibras que lleva la información de lo que se observa al cerebro. Cuando se daña este nervio, se comienza a perder el campo visual aunque, en una primera etapa, el paciente no se da cuenta y recién nota un deterioro visual cuando perdió un gran porcentaje de visión.

Además, a diferencia de la ceguera por catarata, la que causa el glaucoma es irreversible. Por eso, la energía de los médicos está puesta en reducir a la mínima expresión la pérdida visual.

Se estima que en los países industrializados, la mitad de los pacientes con glaucoma no sabe que lo padece y en las naciones en vías de desarrollo estas cifras son aún mayores. Por eso, a pesar de que está descripta desde mediados del siglo pasado, en muy pocos casos se puede llegar a confundir con alguna otra enfermedad que afecta la visión, es bastante sencilla de diagnosticar y está muy contemplada e investigada por la mayoría de los oftalmólogos, esta silenciosa hace que sean los pacientes los que llegan tarde a la consulta.

Grupos de riesgo

Si bien es cierto que el glaucoma puede afectar a personas de todas las edades, los mayores de 45 años son los que más riesgos presentan. Por eso, los especialistas hacen hincapié en que a partir de los 40 deben realizarse los exámenes cada dos años y, quienes tienen antecedentes familiares, el mismo estudio en forma anual.

Las personas mayores de 60 años duplican la posibilidad de tener la presión ocular elevada y los mayores de 70 la triplican. También deben estar atentos los familiares de personas con glaucoma, las personas de ascendencia africana (siete personas de raza negra por cada 2 de raza blanca tienen glaucoma).

También están expuestos quienes padecen miopía (un error en el enfoque visual que causa dificultad de ver los objetos distantes), diabetes, hipertensión arterial, factores vasculares, jaquecosos y/o migrañosos, asmáticos y quienes tienen tensión arterial mínima baja.


Llegar a tiempo

El glaucoma se detecta en un examen ocular de rutina, al que la mayoría de los pacientes llega con disminución de la visión. El profesional mide la visión, examina el fondo de ojo y toma la presión ocular. Si la misma se observa aumentada, posteriormente la examinará mediante una lente especial que se apoya en el ojo.

Existen distintos tipos de glaucoma:

El más común es el primario de ángulo abierto, que carece de síntomas. El nervio óptico se daña gradualmente, lo que es acompañado por una pérdida en el campo visual, que comienza generalmente por la visión periférica. Si el glaucoma no es controlado, la enfermedad puede llevar a la ceguera.

El glaucoma agudo o de ángulo cerrado presenta presiones muy elevadas o aumentos súbitos. Los síntomas también se agravan y se presenta visión borrosa, dolor de cabeza, nauseas o vómitos, aparición de círculos de colores alrededor de las luces brillantes, pérdida repentina de la visión o visión borrosa

En enfermedad avanzada ya hay pérdida de visión periférica (a los costados), problemas de adaptación al entrar a cuartos oscuros o para manejarse a la noche y dificultad para encontrar objetos que están delante por visión “tubular”.

Lo más importante

El glaucoma detectado en forma temprana, rara vez ocasiona ceguera.

Es una enfermedad crónica: no se cura, se trata.

Es irreversible y una de las dos primeras causas más frecuentes de ceguera en el mundo.

Se calcula que hay alrededor de 68 millones de personas con glaucoma en el mundo. El 10% de ellas son ciegas.

La ceguera bilateral está presente en aproximadamente el 10% de los individuos con glaucoma de ángulo abierto y ocurre en el 25% a 30% de los pacientes con glaucoma de ángulo estrecho.

Varios millones más tienen presión intraocular elevada aunque no han desarrollado daño aún.

El glaucoma no da síntomas en la mayoría de los casos. Asimismo en la enorme mayoría de los casos la ceguera puede prevenirse con un control y tratamiento adecuados.

Los tratamientos

El glaucoma se puede controlar con medicamentos, láser, cirugía o la combinación de estos métodos. Si con la medicación, el paciente no mejora o se rehúsa a tratarse por esa vía, existe la posibilidad de realizar cirugías con láser o en forma convencional.

Químico: se indican colirios que disminuyen la presión ocular durante las 24 horas para evitar los picos de hipertensión que destruyen más rápidamente el nervio óptico. Los pacientes deben cumplir con el tratamiento y controlar según el esquema pactado con su oftalmólogo la presión ocular, verificando que la droga indicada sea efectiva.

Láser: primero es importante destacar que no todos los pacientes son pasibles de someterse a este tipo de intervenciones ya que se necesita de una indicación precisa del médico. En el glaucoma de seno abierto, especialmente en los llamados pigmentario y exfoliativo, se puede realizar una trabeculoplastía (aplicaciones de láser en el seno camerular). Si bien esta cirugía no es definitiva, en muchos casos ayuda a controlar o disminuir la presión ocular por un lapso de tiempo. Estos pacientes, a veces, después de dos o tres años necesitan de una cirugía en quirófano, si es que el daño del nervio óptico no se detuvo.

Cirugía: hay distintos tipos y su objetivo final es crear una vía de salida con menor resistencia del humor acuoso para que no se siga dañando el nervio óptico. Si la presión que queda post cirugía puede dañar el nervio, es aconsejable reforzar el tratamiento con colirios. Con los años, puede necesitarse otra operación, ya que a veces la fístula creada previamente se ocluye por el mismo tejido (cicatrización).

Asesoramiento: Dr. Alejo Peyret (presidente de la Asociación Argentina de Glaucoma) y Dr. Fabián Lerner (presidente de la Fundación para el estudio del glaucoma).

domingo, 26 de septiembre de 2010

la historia de la leishmaniasis en Argentina


La transmite un insecto parecido al mosquito. Olvidada en los ’50, reapareció y afecta a nueve provincias argentinas. Transmisión, síntomas y prevención.


Los 20ºC que templaron la llegada de la primavera también preanuncian el arribo de otra temporada que tendrá como eje el combate a los insectos. El ministro de Salud, Juan Manzur, ya habló de la necesidad de continuar con las medidas preventivas para mantener a raya el dengue, sobre todo en las provincias del norte del país, las más cercanas a Brasil, Bolivia y Paraguay, donde ya se detectaron más de 600 mil nuevos casos de esa enfermedad que puede ocasionar la muerte. Pero este año, al tradicional mosquito Aedes aegypti –portador del virus del dengue y de la fiebre amarilla– se sumará a las filas enemigas el flebótomo, o como lo denominan quienes lo sufren, el jején. Es un insecto parecido al mosquito, aunque tres veces más pequeño (dos milímetros de largo), que “pica” como aquel y que puede ser portador del parásito responsable de leishmaniasis. La enfermedad, olvidada en los ’50, reapareció a fines de los’80 y ya está presente en nueve provincias argentinas.

Es una dolencia de difícil diagnóstico, que desafiaría al mismísimo Dr. House, el médico que personifica Hugh Laurie en la serie de Universal Channel. El proceso se inicia cuando la hembra del flebótomo “pica” a una persona o animal para absorber sangre, que necesita para sus huevos. En el momento, deposita bajo la piel el parásito que luego de un proceso se aloja en la sangre, de tal manera que cuando otra hembra pica a esa misma persona o animal, se infecta y el proceso vuelve a empezar.

En la actualidad, la leishmaniasis es endémica en noventa países del mundo y representa un serio problema de salud pública por su expansión: dos millones de personas enferman por año y otras 350 millones están en riesgo. Esta parasitosis avanza en el continente americano de norte a sur y ya se asentó en algunas zonas de las provincias de Misiones, Corrientes, Chaco, Formosa, Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero.

La enfermedad tiene tres variantes y todas tienen cura: el diagnóstico y el tratamiento son gratuitos, tal como sucede con otras afecciones, por ejemplo, la tuberculosis. La más leve, la tegumentaria, ocasiona úlceras en la piel de difícil curación y que suelen dejar cicatrices similares a la de una quemadura. En la actualidad, debido al tiempo que ha pasado sin que se detectara, los médicos suelen confundir estas señales con cáncer de piel y demoran en llegar al diagnóstico correcto. La segunda variante, en realidad es un empeoramiento de la tegumentaria y se da cuando las lesiones se extienden a las mucosas nasal y bucal. Puede aparecer tiempo después de curar la variante cutánea. La tercera forma es la visceral, mucho más grave que las anteriores, ya que afecta la médula ósea, el bazo y el hígado, y sin tratamiento resulta mortal en el 90 por ciento de los casos. Provoca fiebre, pérdida de peso y un aumento del tamaño del bazo y del hígado.

En la Argentina la leishmaniasis se hizo fuerte durante la colonización de Misiones y siempre se la asoció a los ambientes selváticos, ya que quienes más enfermaban eran leñadores y deforestadores. Para 1950 se la consideró casi erradicada, pero cuando se eliminó la vegetación natural para expandir las explotaciones agrícolas, la variante tegumentaria regresó con brotes epidémicos esporádicos. En los últimos 25 años, el Ministerio de Salud de la Nación registró casi ocho mil casos de la variante tegumentaria, mientras que de la visceral hay constancia de 80 contagios desde 2006, año en que se detectó el primero caso en Posadas, Misiones. De ese total, murieron siete. Pero además, se descubrió que una especie del insecto se había adaptado al ambiente doméstico, alimentándose de gallinas, cerdos y perros. Los canes, en algunos casos, constituyen reservorios del parásito y pueden transmitir la enfermedad.

La situación preocupa a los especialistas, quienes a instancias de la Fundación Mundo Sano –que monitorea estos “males olvidados”– relanzaron la Red de Leishmaniasis de la Argentina (Redila). Fue después de seis años de trabajo conjunto de la Fundación, el Ministerio de Salud de la Nación e investigadores de ocho universidades del interior del país. Los científicos coordinarán, de esa manera, acciones médicas y geográficas tendientes a minimizar el impacto y expansión de la leishmaniasis.

El abordaje se dará en forma multidisciplinaria –desde biología molecular hasta antropología médica– y las primeras acciones serán de monitoreo en Clorinda (Formosa) y Tartagal (Salta), pero ya se trabaja en el desarrollo de insecticidas, telas especiales y trampas para estudiar la conducta de los flebótomos, que tienen hábitos nocturnos y pueden vivir, a diferencia de los mosquitos que necesitan agua, en patios de tierra.

Por eso en el noroeste de Misiones se presentó un proyecto de prevención, consistente en la impregnación de mallas mosquiteras y ropa de trabajo con insecticida, una iniciativa que además contempla la generación de un microemprendimiento para beneficio de los habitantes de la zona. Pero más allá de esta medida específica, la lucha contra este nuevo enemigo se dará con las mismas armas usadas en la batalla contra el dengue: uso de repelentes, mosquiteros y prendas de manga larga, la protección individual y el saneamiento ambiental, así como el cuidado de perros y otros animales domésticos.

Por qué la comida chatarra es adictiva


Recientes estudios demuestran que los alimentos con alto contenido de azúcar, grasas y sal tienen un efecto similar al de la cocaína



LONDRES.- Instalado en el sofá, mirando televisión, siento esa predecible e incontrolable necesidad nocturna. Al principio me quedo ahí sentado, intentando resistirla. Pero cuando más me resisto, más acuciante se vuelve. Después de 20 minutos, ya no puedo concentrarme en nada. Finalmente, termino por admitir mi adicción y me quiebro. Voy hasta el freezer, donde atesoro mi provisión de sustancia blanca, y me doy un saque. Casi instantáneamente, me relajo, y a medida que los químicos recorren mis venas, mi cerebro entra en un estado de absoluta felicidad. ¿No es increíble que un par de cucharadas de helado logren ese efecto?

Antes de que desestimen mi ansiedad como pura debilidad, consideren lo siguiente: para mi cerebro, el azúcar es semejante a la cocaína. Existe evidencia contundente de que los alimentos con alto contenido de azúcar, grasa y sal -como la mayor parte de la comida chatarra- pueden provocar en nuestro cerebro las mismas alteraciones químicas que producen drogas altamente adictivas como la cocaína y la heroína.

Hasta hace apenas cinco años, esa era una idea considerada extremista. Pero ahora que estudios realizados en humanos confirman los hallazgos hechos en animales, y que se han descubierto los mecanismos biológicos que conducen a la "adicción a la comida chatarra", esa noción se está convirtiendo rápidamente en la opinión oficial de los investigadores.

Algunos dicen que hoy existe suficiente información para garantizar que el gobierno regule la industria de la comida rápida y alerte a la opinión pública sobre los productos que contienen azúcar y grasas en niveles nocivos para la salud. "Debemos educar a la población sobre el modo en que las grasas, el azúcar y la sal toman al cerebro de rehén", dice David Kessler, ex comisionado de la Administración de Alimentos y Drogas, de los Estados Unidos, y actual director del Centro para las Ciencias de Público Interés.

Con los niveles de obesidad batiendo récords en todo el mundo, queda claro que no soy el único que adora las cosas dulces, ¿pero puede ser tan malo como la adicción a las drogas?

Signos de abstinencia

Los primeros que presentaron esta idea fueron los representantes del negocio de la pérdida de peso. En 2001, intrigados por ese incipiente fenómeno cultural, los neurocientíficos Nicole Avena, de la Universidad de Florida, y Bartley Hoebel, de la Universidad de Princeton, comenzaron a explorar la posibilidad de que esa idea tuviera un sustento biológico. Y empezaron observando signos de adicción en animales alimentados con comida chatarra.

El azúcar es un ingrediente clave de la mayoría de la comida chatarra, así que alimentaron ratas con jarabe de azúcar en una concentración similar al de las bebidas gaseosas, durante unas 12 horas diarias, junto con alimentos normales para ratas y agua. Al mes de consumir esta dieta, las ratas desarrollaron cambios cerebrales y de comportamiento químicamente idénticos a los ocurridos en ratas adictas a la morfina: se daban atracones de jarabe de azúcar y cuando se lo quitaban, se mostraban ansiosas e inquietas, todos signos de abstinencia. También se verificaban cambios en los neurotransmisores del núcleo accumbens, la región del cerebro asociada con la sensación de recompensa.

Pero el hallazgo crucial se produjo cuando advirtieron que el cerebro de las ratas liberaba dopamina cada vez que comían la solución de azúcar. La dopamina es el neurotransmisor que se encuentra detrás de la búsqueda del placer, ya sea en la comida, las drogas o en el sexo.

Es también una sustancia química esencial para el aprendizaje, la memoria, la toma de decisiones y la formación del circuito de satisfacción y recompensa. Para Avena, lo esperable sería que la descarga de dopamina se produjera cuando las ratas comen algo nuevo, pero no cuando consumen algo a lo que ya están acostumbradas. "Esa es una de las marcas distintivas de la adicción a las drogas", asegura.

Esa fue la primera evidencia firme de que la adicción al azúcar tenía un sustento biológico, y desencadenó una catarata de estudios sobre animales que confirmaron el hallazgo. Pero fueron los recientes estudios en humanos los que finalmente volcaron la balanza de la evidencia a favor de etiquetar la afición por la comida chatarra como una adicción.

Suele describirse la adicción como un trastorno del "circuito de recompensa" desencadenado por el abuso de alguna droga. Es exactamente lo mismo que sucede en el cerebro de las personas obesas, dice Gene-Jack Wang, del Laboratorio Nacional Brookhaven, del Departamento de Energía de Estados Unidos.

En 2001, Wang descubrió una deficiencia de dopamina en los estriados cerebrales de los obesos que era casi idéntica a la observada en drogadictos. En otros estudios, Wang demostró que incluso los individuos que no son obesos, frente a sus comidas favoritas, experimentan un aumento de la dopamina en la corteza orbitofrontal, una región cerebral involucrada en la toma de decisiones.

Es la misma zona del cerebro que se activa en los cocainómanos cuando se les muestra una bolsita de polvo blanco. Fue un descubrimiento impactante que demostró que no hace falta ser obeso para que el cerebro manifieste conductas adictivas.

Riesgo innato

Otro significativo avance para determinar el carácter adictivo de la comida chatarra se debe a Eric Stice, neurocientífico del Instituto de Investigaciones de Oregon. Stice viene intentando predecir la propensión a convertirse en adicto a la comida chatarra. Para ello observa, por ejemplo, la respuesta del cerebro cuando a una persona se le da una cucharada de helado de crema y chocolate. Luego compara esa actividad cerebral en individuos obesos y delgados.

Stice descubrió ante el helado que los adolescentes delgados con padres obesos experimentan una mayor descarga de dopamina que los hijos de padres delgados. "Hay gente que nace con una sensación más orgásmica por la comida", dice Stice. Ese placer innato por la comida impulsa a ciertas personas a comer de más.

Irónicamente, justamente porque comen de más, su circuito de recompensa comienza a acostumbrarse y a responder cada vez menos, provocando que la comida cada vez los satisfaga menos e impulsándolos a comer cada vez más para compensar. En el fondo, lo que están buscando es repetir el clímax logrado en sus experiencias gastronómicas anteriores: precisamente lo mismo que se observa en los alcohólicos y drogadictos crónicos, dice Stice.

Pero la comida rápida es mucho más que un atracón de azúcar, ya que suele combinar un pesado cóctel de azúcares, grasas y sal. El neurocientífico Paul Kenny, del Instituto de Investigaciones Scripps, investiga el impacto de una dieta de comida chatarra en el comportamiento y la química cerebral de las ratas. En un estudio demostró que desencadena los mismos cambios en el cerebro que los causados por la adicción a las drogas en los humanos.

En los animales, como en los humanos, el consumo sostenido de cocaína o heroína atrofia el sistema de recompensa cerebral, lo que conduce a un incremento de la dosis, ya que el recuerdo de un efecto más placentero incita a consumir más para sentir lo mismo, o incluso superarlo.

Kenny si preguntaba si las ratas que comieran comida chatarra responderían de igual modo que las ratas adictas a la cocaína. Utilizó tres grupos de ratas. El primero sólo tenía acceso a comida para ratas común. El segundo podía comer comida chatarra durante una hora al día y el resto del tiempo tenía agua y comida común a su disposición. El tercer grupo contaba con una provisión ilimitada y durante todo el día que incluía comida chatarra y comida común para ratas.

Después de 40 días, Kenny retiró la comida chatarra. Las ratas que habían tenido acceso ilimitado a la comida chatarra entraron lisa y llanamente en huelga de hambre. "Como si hubieran desarrollado aversión por la comida sana", asegura Kenny.

El acceso ilimitado a una droga altamente adictiva como la cocaína tiene un impacto enorme en el cerebro, afirma Kenny. Lo esperable sería que los efectos sobre el cerebro que pueda tener una adicción alimenticia fuesen mucho menos graves. Pero no es así. "Los cambios llegaron de inmediato y observamos efectos muy pero muy impactantes."

Las ratas obesas con acceso ilimitado a la comida chatarra tenían el sistema de recompensa atrofiado y eran comedoras compulsivas. Preferían soportar las descargas eléctricas instaladas para disuadirlas de acercarse a la comida chatarra, incluso cuando la comida común estaba disponible sin castigo. Es exactamente el mismo proceder de las ratas adictas a la cocaína.

Ya no quedan dudas de que la comida chatarra rica en sal, azúcar y grasa genera trastornos en los mecanismos biológicos, que son tan poderosos y difíciles de combatir como el abuso de las drogas. Y ya que el uso de las drogas está reglamentado, ¿no es hora ya de imponer regulaciones más duras a la comida chatarra?

Cefaleas



Soluciones a la cabeza

Millones de personas alrededor del mundo padecen diversas formas de cefalea. Aquí le contamos qué puede hacer para lidiar eficazmente con este malestar.


¡Qué dolor de cabeza! Si repite a menudo esta frase, usted se encuentra entre los millones de hombres y mujeres que, diariamente, tratan de encontrar un alivio inmediato a este malestar tan conocido como pertinaz.

Hay dos grandes tipos de dolores de cabeza, que abarcan la mayoría de las consultas al médico: las llamadas cefaleas por tensión y las migrañas.

Las cefaleas tensionales son dolores que abarcan toda la cabeza; son muy frecuentes e incluso a veces diarios. El dolor es una sensación opresiva en toda la frente o la nuca, no empeora con los movimientos y no se acompaña por náuseas o vómitos. Estas cefaleas están relacionadas con situaciones cansadoras o estresantes y se alivian con analgésicos comunes, aunque lo ideal es buscar la causa de esta molestia para solucionarla.

Las migrañas son cefaleas muy intensas. En general, presentan dolor de un solo lado de la cabeza y van acompañadas por intolerancia a la luz y a los ruidos. Pueden terminar en náuseas o vómitos, empeoran con los movimientos y pueden durar de 3 a 7 horas, y a veces más. Suelen estar precedidas por lo que se conoce como “aura”, que es un grupo de síntomas de advertencia que se inician antes de dolor de cabeza.

Las migrañas son hereditarias. La doctora Saravia estima que en la Argentina las migrañas afectan al 17 % de la población (unos 6,8 millones de personas), y son más comunes entre las mujeres que entre los hombres, en una relación de 4 a 1.

¿Cuáles son las causas?

Existen diversas circunstancias que causan dolor de cabeza; ellas van desde contracturas y estrés hasta infecciones.

Pueden deberse a contracción y tensión muscular en los hombros, cuello, cuero cabelludo y mandíbula (co-mo en el caso de las cefaleas tensionales); el estrés, la depresión o la ansiedad; trabajar demasiado, no dormir lo suficiente, tomar alcohol o consumir algunos alimentos como queso o chocolate.

Otras causas comunes de dolor de cabeza pueden ser mantener la cabeza en una misma posición durante mucho tiempo (como al utilizar una computadora);mala posición al dormir;esforzarse demasiado; rechinar los dientes; también pueden aparecer dolores de cabeza cuando hay resfrío, gripe, fiebre o durante el síndrome premestrual.

Las causas graves de dolor de cabeza son más raras y pueden ser: aneurisma, tumor cerebral, accidente cerebrovascular o algún tipo de infección cerebral como encefalitis o meningitis.

En la consulta,el primer paso consiste en determinar si el dolor de cabeza es síntoma de alguna otra afección o se trata de una cefalea primaria: es aquella en la que el dolor de cabeza dejó de ser síntoma para pasar a ser enfermedad.

Qué hacer

De todas las formas de dolor de cabeza, la migraña es la que más afecta la vida de quien la padece. La mayoría de las personas se esfuerza por cumplir con sus obligaciones, aunque tiene seria incidencia en el rendimiento laboral: es causa frecuente de baja productividad y ausentismo.

Sin embargo, el malestar repercute más en la vida familiar y social, por paseos que se suspenden, salidas que se interrumpen o se postergan.

A pesar de que no existe una cura para la migraña, los especialistas señalan que hay distintas formas de controlarla, con o sin medicación. En principio, hay tres estrategias básicas para tener en cuenta:

No hay que tolerar el dolor y habituarse a vivir con él sólo porque es “un dolor de cabeza”. Sufrirlo solo no es un buen recurso; lo mejor es consultar al médico – preferentemente, un neurólogo especialista en cefaleas – y que él evalúe el mejor tratamiento posible.

No automedicarse. El uso indiscriminado de medicación para paliar las migrañas puede producir acostumbramiento, además de otros efectos adversos.

Ayudarse con la familia y con amigos. Si éstos están al tanto, les resultará más fácil a todos convivir con este malestar.

A fin de controlar las crisis de jaqueca y lidiar con ellas de la mejor manera posible, los especialistas de la Asociación Argentina de Cefaleas recomiendan:

Llevar un diario de crisis. Es importante llevar un registro detallado de cuándo tienen lugar sus crisis (día, circunstancia, horario preciso, duración) así como los síntomas, tratamiento que se administró y resultados obtenidos. Esta información es sumamente valiosa para su médico; podrá orientarlo mejor en el diagnóstico y tratamiento que le brinde.

Llevar un diario de desencadenantes. Habitualmente, los factores que desencadenan una crisis de migraña no es uno sino son varios. Hay dos tipos de desencadenantes: aquellos en los que usted puede intervenir (saltearse las comidas, beber vino) y aquellos en los que no puede intervenir (ciclo menstrual, viajes). Algunos, como las situaciones estresantes, si bien no pueden evitarse en muchas ocasiones, pueden controlarse con estrategias de relajación.

Identificar los síntomas premonitorios. La mayoría de estos síntomas aparecen algunas horas antes de la cefalea, y suelen ser más evidentes para familiares y amigos. Los más comunes son: cambios de ánimo o de conducta, irritabilidad, torpeza, bostezos, rigidez del cuello, sede, fotofobia y fonofobia (sensibilidad extrema a la luz y a los ruidos), deseos de comer cosas dulces, hiperactividad.

Si sus dolores de cabeza son recurrentes, o si experimenta más de cuatro crisis en el mes, es hora de consultar al médico para diseñar una estrategia de tratamiento. En los casos más severos, explica la doctora Saravia, se diseña un tratamiento destinado no sólo a paliar el dolor durante las crisis, sino a la prevención, con medicación específica para evitar que las crisis aparezcan.En síntesis, conviene no improvisar en materia de dolor de cabeza: sin asustarse de más ni subestimarlo, póngale coto a sus cefaleas en el consultorio del médico. Descubrirá cuánto mejor puede ser su vida cotidiana cuando el dolor de cabeza se queda ¡bien lejos de casa!

El Alzheimer es incurable, pero puede prevenirse

Cada año se diagnostican en el mundo 5 millones de casos nuevos de Alzheimer.


En el marco del Día Mundial del Alzheimer, que se celebró conjuntamente en todo el mundo el 21 de setiembre, es sumamente importante tomar conciencia sobre esta enfermedad. Casi todos conocemos a alguien que la sufre. Sin embargo, muy pocos saben de qué se trata realmente y que es posible prevenirla o retrasar su proceso.

Cada año se diagnostican en el mundo 5 millones de casos nuevos, lo que equivale a un caso cada 6 segundos. Según datos científicos, en nuestro país hay 400 mil personas viviendo con esta enfermedad. La EA es la causa más común de demencia (50 a 60%) entre las personas mayores. Hoy se sabe que afecta a una de cada ocho personas mayores de 65 años y a una de cada dos por encima de los 85 años de edad.

Así y todo, no existe ni un solo test diagnóstico de laboratorio para determinar o confirmar
la enfermedad de Alzheimer. Los métodos clínicos actuales combinan la evaluación neurológica, pruebas neuropsicológicas, las imágenes, con las referencias del cuidador. Realizado por un médico entrenado, este método tiene aproximadamente el 90% de precisión.

Qué es, cómo empieza.
Según el Dr. Jorge Coppola, Director del Área Asistencial del Instituto Nacional de Psicopatología (INAPsi), “el Alzheimer es una forma de demencia, una afección cerebral progresiva y degenerativa que afecta la memoria, el pensamiento y la conducta de la persona”. Implica que las neuronas se degeneran, causando la interrupción de las conexiones entre las células nerviosas en presencia de dos proteínas: la “Amiloide” y la “Tau”, que se convierten en moléculas tóxicas y ovillos neutrofibrilares en el cerebro.

No existe una causa que la provoca, sino que es probable una combinación de factores, incluyendo la edad, la herencia genética, los factores ambientales, la dieta y la salud general.

La nota completa, en la última edición de la
Revista Mía

Tomar ibuprofeno aleja del Alzheimer





Cómo puede ayudar el consumo de esta droga, según un reciente estudio desarrollado en los Estados Unidos.



Un estudio realizado en casi 250 mil adultos mayores concluye que tomar ibuprofeno por más de cinco años, reduce en un 40% la posibilidad de desarrollar el mal de Alzheimer, según publica el órgano de la Asociación de Neurología de los Estados Unidos.

Investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston advierten, sin embargo, que no todos los tipos de analgésicos pueden tener el mismo efecto.

Rebecca Wood, directora del Alzheimer's Research Trust, sostiene que los resultados son prometedores, según informa la BBC: "La aparente conexión entre el ibuprofeno y un reducido riesgo de demencia no es una bala de plata, pero indica una interesante dirección para investigaciones futuras".

Otro estudio también publicado en Neurology muestran que personas con brazos y piernas cortas pueden ser más propensas a adquirir demencia en su vejez.




Los investigadores de la Universidad de Boston que realizaron el estudio descubrieron, además, que las personas que utilizaron antiinflamatorios también redujeron las posibilidades de sufrir la demencia en un 25 por ciento.


Los hallazgos confirman los resultados de otros estudios previos, aunque los expertos alertan de los problemas gastrointestinales relacionados con el consumo a largo plazo de esos analgésicos.

"El debate lleva algún tiempo abierto", dijo William Thies, vicepresidente de relaciones científicas y médicas de la Asociación de Alzheimer de EE.UU. en declaraciones que aparecen en la edición digital del diario 'The Washington Post'.

"Este ensayo es lo suficientemente amplio y los resultados lo suficientemente buenos como para que se reabra el debate", añadió Thies, quien dijo que sería recomendable hacer un estudio de prevención con ese tipo de medicamentos.

Thies insistió, de todos modos, en que por el momento las conclusiones no son lo suficientemente firmes como para que la gente empiece a tomar ibuprofeno u otro tipo de analgésicos para disminuir el riesgo de demencia.

"La gente no debería de tomar estos medicamentos sólo para prevenir el Alzheimer", indicó el experto a 'The Washington Post', y añadió que las consecuencias no están del todo claras y los efectos secundarios son bien conocidos.

Steven Vlad, principal autor del estudio y un experto en reumatología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Boston, dijo estar de acuerdo con los comentarios de Thies.

Aunque podría haber riesgos

"Parece que el ibuprofeno previene el Alzheimer pero todos estos fármacos tienen efectos secundarios (...) o sea que el porcentaje riesgo-beneficio no está claro en este momento", dijo al periódico citado Vlad, e insistió en que los pacientes no deberían de ponerse a consumir el medicamento para prevenir el mal.

El nuevo estudio contó con la participación de 50.000 veteranos de guerras estadounidenses de 55 años, o mayores, que han sido diagnosticados con Alzheimer, así como con otros 200.000 que no padecen ningún tipo de demencia.

Los científicos analizaron datos sobre prescripción de fármacos del sistema de salud del Departamento de Asuntos de Veteranos durante un periodo de cinco años.

Vlad subrayó no saber exactamente cuál es el mecanismo que lleva a la reducción del riesgo de Alzheimer en aquellos que consumieron de forma prolongada ibuprofeno.

"Puede tener que ver con la reducción de la inflamación en el cerebro, reduciendo un componente de las placas que caracterizan el Alzheimer, o algún proceso no identificado", destacó.

El científico de Boston dijo que hay investigaciones en marcha para desarrollar fármacos como el ibuprofeno pero sin los efectos secundarios.