martes, 12 de enero de 2010

LEISHMANIASIS


Es una zoonosis de origen parasitario cuyo agente causal es un protozoo del género Leishmania. Se presenta bajo dos formas, visceral y cutánea, dependiendo de la forma de Leishmania causante. En la Argentina, por ejemplo, produce la forma denominada mucocutánea o espundia, caracterizada por una úlcera en las regiones descubiertas de la piel la que, poco tiempo después, se disemina hacia la cara y en raros casos a la región genital.

Aproximadamente 350 millones de personas viven en zonas de riesgo, de las cuales 12 millones se encuentran infectadas, con 400 mil casos nuevos por año.

Se transmite a través de un insecto que habita en zonas húmedas y templadas perteneciente al género Lutzomya. El hábitat de éstos insectos es en los huecos de los árboles, troncos caídos y las cortezas en descomposición, del cual obtienen materia orgánica para el desarrollo de las larvas. Cuando la hembra del insecto vector chupa sangre de un animal parasitado, ingiere las leishmanias, las que se multiplican en el intestino del vector.

Cuando se produce una nueva ingesta, el insecto inyecta saliva y con ella, pasan leishmanias. De ésta manera puede contagiarse el hombre.

Cuadro clínico

El periodo de incubación es de aproximadamente 15 días, aunque puede extenderse por varias semanas. Transcurrido este periodo, en el lugar de la picadura puede observarse una mancha rojiza que evoluciona hacia una úlcera. Generalmente es indolora, aunque puede producir picazón. Dicha úlcera puede persistir durante meses y se localiza en regiones descubiertas del cuerpo.

Posteriormente, entre uno y 24 meses de curada dicha lesión, aparece una lesión en la mucosa nasal, con obstrucción, secreción acuosa y sangrado por la nariz. En algunos casos puede llevar a la destrucción del tabique nasal ("nariz de tapir".

Las lesiones también, aunque infrecuentemente, pueden observarse en los párpados (fácil de confundir con un orzuelo) y en el glande (similar al chancro de la sífilis).

Generalmente, en las personas sin alteraciones de su sistema inmunológico, evoluciona hacia la curación en los meses subsiguientes, dejando una cicatriz característica.

Tratamiento

El tratamiento antiparasitario de elección es la utilización de medicamentos antimoniales como el antimoniato de meglumida y estibogluconato de sodio durante tres semanas por vía intramuscular. En casos en que se sobre agregue una infección por bacterias, deben utilizarse medicamentos antimicrobianos específicos.

Algunos estudios señalan que las recidivas representan aproximadamente el 50% de los casos. La anfotericina B puede utilizarse en tales casos. La asociación de alopurinol con los antimoniales en algunos casos ha resultado efectiva.

La prevención de la enfermedad se basa en la destrucción de los reservorios y lugares de criaderos de los vectores, así como también el tratamiento precoz de las personas enfermas

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